Apagón en España: efectivo y Bitcoin, los rebeldes a los que el sistema teme
Apagón en España: efectivo y Bitcoin, los rebeldes a los que el sistema teme

    El 28 de abril de 2025, España se sumió en la oscuridad. Un apagón masivo paralizó el país, apagó Portugal y rozó Francia, dejando a millones sin luz, sin internet, sin bancos. Las apps de pago y cajeros automáticos se convirtieron en chatarra digital, y los supermercados se transformaron en campos de batalla donde solo se aceptó efectivo. Mientras el sistema financiero digital se arrodillaba, los billetes, esos rebeldes analógicos, salvaron el día.

    El apagón no fue solo una crisis; fue un despertador. Nos mostró que la utopía del euro digital es una mentira frágil, que el efectivo es un arma que el sistema quiere desarmar, y que la descentralización que nos ha enseñado Bitcoin es nuestra trinchera contra un sistema que quiere controlarlo todo y tiende a fallar con frecuencia. Esto es una advertencia: no esperes al próximo apagón para convertirte en soberano.

    La jaula digital: cuando el sistema se queda sin batería

    Cuando se fue la luz, el sistema financiero digital colapsó como un castillo de naipes mal armado. Las terminales de pago en los comercios parpadearon hasta morir, las aplicaciones bancarias mostraron pantallas de error, y los cajeros automáticos se convirtieron en muebles inútiles.

    Según algunos datos que he encontrado, antes del apagón, el 70% de las transacciones en España eran electrónicas, pero en cuestión de minutos, ese porcentaje cayó a cero en las zonas afectadas. Millones de personas se encontraron atrapadas, sin acceso a comida, agua o medicinas. Si la red eléctrica colapsa, ¿qué esperanza hay para un euro digital que depende de ella?

    El euro digital, esa fantasía de Bruselas, quedó expuesto como una farsa. Las CBDC no son progreso; son una jaula con código. Cada transacción rastreada, cada compra monitoreada, cada disidente identificado. Sin electricidad ni internet, el euro digital habría sido tan útil como un tuit en una cueva.

    El apagón fue una bofetada a la narrativa de la digitalización total: el sistema no es infalible, y su promesa de “modernidad” es un disfraz de conveniencia. Quieren que confíes en sus servidores, que entregues tu libertad a cambio de una app. Pero el apagón gritó una verdad que no pueden silenciar: su jaula digital tiene un interruptor, y la naturaleza –o un mal cable– puede apagarlo en cualquier momento.

    ¿Por qué seguimos creyendo en un sistema que colapsa tan fácil? La respuesta es simple: nos han entrenado para depender de él. Los bancos centrales y los gobiernos saben que un mundo sin alternativas es un mundo controlado. Por eso empujan las CBDC mientras demonizan el efectivo y propuestas como bitcoin. Pero el apagón nos dio una lección gratis: no confíes en quien quiere ser tu amo. Cuestiona. Resiste. Hackea el sistema con cada decisión que tomes.

    Efectivo: el arma analógica bajo asedio

    En medio del caos, el efectivo emergió como un héroe subversivo. Billetes arrugados y monedas olvidadas en un cajón permitieron comprar pan, agua, velas, mientras los móviles mostraban pantallas negras. El efectivo no necesita servidores, no pide permisos, no deja un rastro para que el Gran Hermano lo rastree. Es libertad tangible, un acto de rebeldía en un mundo que quiere digitalizar hasta tu alma.

    Pero el efectivo está bajo ataque. Los gobiernos y bancos centrales han declarado una guerra silenciosa contra los billetes. En España, las retiradas de efectivo están limitadas a 1.000 euros por transacción en muchos casos, y los pagos grandes en billetes pueden acarrear multas bajo la excusa de “combatir el blanqueo”. En Suecia, pionera en la sociedad sin efectivo, los comercios ya rechazan billetes, y los cajeros automáticos son una especie en extinción. La narrativa es clara: el efectivo es “sucio”, “anticuado”, un obstáculo para el progreso. Pero la verdad es más oscura: sin efectivo, cada movimiento tuyo es un dato en sus bases. Cada café, cada donación, cada viaje. Esto no es una idea conspiranoica; es una realidad que entiende que el sistema no tolera lo que no puede vigilar. El efectivo es un arma analógica, pero su poder está menguando. Los límites a las retiradas, las multas, la desaparición de cajeros: todo es parte de un plan para desarmarte. Lleva billetes en el bolsillo. Es más que dinero; es un grito de resistencia.

    Bitcoin: el latido descentralizado que no se apagó

    Mientras los bancos babeaban en la oscuridad, Bitcoin no pestañeó. Su red descentralizada, alimentada por miles de nodos y mineros en todo el mundo, siguió procesando transacciones como si el apagón fuera un chiste.

    España aporta solo un 0.006% al hashrate global, así que el colapso local no hizo ni cosquillas a la blockchain. Un sistema que no se arrodilla ante gobiernos, apagones ni reguladores. Como dijo Timothy May en el manifiesto cypherpunk de 1992, “la criptografía es poder para el individuo”, y Bitcoin es la encarnación de esa visión. Es dinero que no pide permiso, que no se apaga, que no se doblega.

    Pero no nos engañemos: Bitcoin no fue la salvación inmediata durante el apagón. Sin internet ni electricidad, la mayoría no pudo gastar sus satoshis en el súper. Hoy en día se pueden hacer transacciones offline, o incluso transmisiones por ondas de radio existen, pero son herramientas para hackers, no para el ciudadano promedio. En Ucrania, durante los apagones de 2022, Bitcoin permitió enviar ayuda humanitaria a través de fronteras, demostrando su valor en crisis prolongadas. Pero en España, donde apenas el 1% de los comercios acepta cripto, Bitcoin fue más un símbolo que una solución práctica.

    Esto no es un fallo de Bitcoin; es un fallo nuestro. No hemos construido la infraestructura para llevarlo a las masas. Los cypherpunks de los 90 soñaban con un dinero libre, pero ese sueño requiere acción: nodos en cada barrio, wallets offline en cada bolsillo, redes descentralizadas que no dependan de la fibra óptica de Telefónica. El apagón nos grita: adopten Bitcoin, corran nodos, aprendan a usarlo sin internet. Imagina un futuro donde cada comunidad tenga su red, donde las transacciones en Bitcoin fluyan aunque el sistema colapse. Ese es el futuro que Satoshi Nakamoto imaginó, y está en nuestras manos codificarlo.

    Autonomía: el acto supremo de rebeldía

    El apagón no solo expuso la fragilidad del sistema; nos mostró que la dependencia es una elección. Cada vez que confías en un banco, en una app, en una red eléctrica centralizada, le das poder a quienes quieren controlarte. Pero hay otra vía: la autonomía. Llevar efectivo es un acto de resistencia, pero es solo el comienzo. Correr un nodo Bitcoin en casa, alimentado por un panel solar, es un puñetazo al sistema. Usar redes para transacciones offline es un hack a la vigilancia. Guardar semillas de tu wallet en una caja fuerte es un juramento de soberanía. La autonomía no es un lujo; es la esencia del cypherpunk.

    Mira a tu alrededor: el sistema quiere que seas un engranaje, no un rebelde. Te dice que confíes en sus servidores, que entregues tus datos, que olvides los billetes. Pero el apagón nos enseñó que los engranajes se rompen.

    En Venezuela, donde los apagones son rutina, comunidades han adoptado Bitcoin y redes descentralizadas para sobrevivir. En El Salvador, donde Bitcoin es moneda de curso legal, pequeños comercios usan wallets offline para transacciones diarias, incluso en zonas rurales sin internet estable. En España, el apagón fue un recordatorio: no esperes a que el sistema te falle para actuar. Invierte en un generador, aprende a usar Tor, guarda efectivo en un lugar seguro. Cada paso hacia la autonomía es un clavo en el ataúd del control centralizado.

    El apagón me enseñó: nunca confíes en el sistema. Ten efectivo en casa, un nodo Bitcoin y un plan para no depender de nadie. Ese es el espíritu que necesitamos. La autonomía no es solo sobrevivir al próximo apagón; es construir un mundo donde el sistema sea irrelevante. Cada habilidad que adquieras es un ladrillo en tu fortaleza. El sistema teme a los que no lo necesitan. Haz que te teman.

    Un manifiesto para la resistencia

    El apagón del 28 de abril no fue una crisis; fue un regalo. La libertad no se pide; se toma. Lleva billetes en el bolsillo para desafiar las restricciones. Guarda satoshis y corre un nodo para fortalecer la red. El sistema quiere que seas un esclavo digital, pero el apagón nos dio las llaves para escapar.

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